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Los trazos que dejan la opinión

La censura, que ha sido un común denominador en la caricatura política en Colombia, es más antigua de lo que se cree. Desde nuestros primeros años como república los grandes maestros de la sátira política que han tenido que lidiar con ataques contra su libertad de expresión.

Por: Sonia Naranjo Morales

Imagen: Consuelo Lago www.elespectador.com

En 1968 Consuelo Lago creó a Nieves, una mujer negra que con una simple línea ha dado su punto de vista sobre la vida y la situación política del país. Esta inocente caricatura fue víctima de censura en 1997. Como consecuencia de una tutela impuesta por un lector contra Lago y el periódico El País de Cali, Nieves colgó su delantal y entró a estudiar filosofía y letras. Lago afirmó respecto a esta decisión: “le quité [a Nieves] su delantal para no herir los sentimientos de nadie. Para mí, la tutela estaba dirigida en contra del delantal.  Si este ofendía a la raza negra, lo saqué porque no quiero hacer mal. La puse en la Universidad para que estudie Filosofía.  Ahora puede decir las mismas cosas, pero sin delantal”.

 

El anterior caso refleja el alcance de una caricatura y su relación con la audiencia y la libertad de expresión del dibujante que captura un evento que quiere resaltar y que con humor e ironía puede tener más alcance que una columna escrita. Darío Acevedo Carmona, historiador e investigador, reitera la importancia de la caricatura política o editorial como una fuente o registro que puede aportar luces en el conocimiento de ciertas facetas de la lucha política y lo considera un género artístico-periodístico a través se puede comprender mejor los imaginarios políticos.

 

De la crítica al exilio

 

La caricatura en Colombia ha sido censurada al evidenciar el malestar del pueblo frente al gobierno de turno. La burla contra los dirigentes es la constante de este género periodístico. Beatriz González, investigadora de historia del arte y la caricatura, ha destacado la importancia de la caricatura política o editorial como una fuente o registro que puede aportarnos luces en el conocimiento de la lucha política. Y siendo Colombia un país marcado por guerras civiles durante el siglo XIX, no es raro que los opositores se valieran de esta herramienta para hacerle más comprensible la situación a la población analfabeta de dicha época.

 

Alfredo Greñas es un fiel ejemplo del caricaturista que se reveló y usó sus dibujos para mostrar su inconformidad. Entre 1886 y 1894 generó polémica por las puyas que publicaba en El Zancudo contra el gobierno de Rafael Nuñez y del movimiento de la Regeneración. Este periódico se regía por la siguiente premisa: “Si se multa el periódico, se paga la multa y se sigue; si se suspende por tiempo definido, se continua después de la suspensión; si se suspende definitivamente, se fundará otro; si se suspende ese, otros seguirán...”.

Alfredo Greñas (1857-1949)

(Autorretrato) El Zancudo

El Zancudo, nº 20, Bogotá, septiembre 6 de 1891

Biblioteca Luis Ángel Arango

Una de su más memorables caricaturas se titula “El árbol de la Regeneración”. Greñas dibujó a los principales personajes públicos de la época como animales, evidenciando dos aspectos fundamentales en su estilo, el zoomorfismo y el costumbrismo, con los que construyó un lenguaje fácil y comprensible para el pueblo.

Alfredo Greñas (1857-1949)

El árbol de la Regeneración

El Zancudo, nº 20, Bogotá, septiembre 6 de 1891

Biblioteca Luis Ángel Arango

Greñas tenía clara su intención de atacarlos y desdeñar de su ineficiente desempeño y de mostrar a sus lectores lo que estaba pasando frente a sus narices. Pero pese a que trató a toda costa de evadir la censura, recurriendo a estrategias como usar seudónimos o crear más periódicos, su crítica le pasó factura y por orden del presidente Rafael Nuñez fue exiliado a Costa Rica acusado de propiciar el motín de los artesanos en enero de 1873.

 

De la represión a la autocensura

 

 

De el siglo XIX a hoy, mucho ha cambiado el panorama de la libertad de expresión en Colombia. Mientras que en la época de Greñas se adoptó la Ley 61 de 1888, conocida como “Ley de los Caballos”, acompañada del Decreto 389 que amenazaba con el cierre a los periódicos que llegaran a traicionar al gobierno, en la actualidad los caricaturistas están cobijados por el Articulo 20 de la Constitución Política de 1991 que garantiza la libertad de expresión y prohíbe la censura.

 

Sin embargo, Sebastián Salamanca, coordinador del Proyecto Antonio Nariño, que vela por la promoción de la libertad de expresión en Colombia, considera que nunca y bajo ninguna circunstancia hay una libertad de expresión absoluta. “Siempre hay límites y los caricaturistas no son la excepción; tal vez para ellos los límites son mucho más borrosos que en otras formas de la información que están sujetas a la veracidad, a la objetividad entre comillas o sin comillas”, afirma.

 

El formato de la caricatura es de opinión, su mensaje es inmediato y está privilegiado pues en el papel se puede dibujar lo que se quiera. Sin embargo, es un privilegio que en la actualidad se ve mermado por la autocensura. Pese a que ahora los dibujantes tengan garantizada su libre expresión su intención dista mucho de la intención en los trabajos de caricaturistas como Ricardo Rendón o Hernando Turriago (Chapete) que siempre antepusieron sus intereses políticos hacia el Partido Liberal y a través de sus viñetas mostraban su desacuerdo con todo lo relacionado con el Partido Conservador, como parte de una agenda política partidista que tuvo mucho peso en nuestro país y que con el paso de los años se fue diluyendo en caricaturas que se inclina más hacia el humor gráfico dependiente de agenda mediática.

Ricardo Rendón (1857-1949)

Fuente: s.f. 1920

Hernán Turriago (Chapete)

Fuente: El Tiempo, octubre 30 de 1957

 

Cristian Sánchez, conocido como Xtian, hace parte de la nueva generación de caricaturistas. Empezó a publicar sus caricaturas a Facebook en 2007 y ahora cuenta con más de 26.000 seguidores. Desde abril pasado publica en El Espectador y considera que “tener algo en lo impreso es tener más visibilidad”. Xtian afirma que el caricaturista funciona con la sátira y el humor y sostiene: “nosotros [los caricaturistas] somos más buitres, tomamos la noticia ya escrita del medio que sea. El caricaturista se ríe del poder, de eso vive y considera que lo más importante es desprenderse de cualquier ideología”.

Xtian

Fuente: El Espectador, octubre 30 de 2015

 

Xtian sostiene que los caricaturistas en redes sociales puede que lleguen a renacer ese poder que tenía el caricaturista en cuanto a influencia que se tenía en el pasado, e indica: “esas redes podrían convertir al caricaturista en un icono de lo que piensa la gente. Mucha gente en redes toma posición por una caricatura y hubo un tiempo en donde no pasaba. Las caricaturas, siempre han sido y ahora por las redes aún más, la conexión entre el analfabeta político y la política nacional”.

 

Edilberto Ardila, conocido como Argón, publica sus caricaturas en el diario Vanguardia Liberal de Bucaramanga y fue reconocido como el mejor caricaturista regional en el Premio de Periodismo Regional Semana 2014. Según Argón, el mensaje que trasmite por los medios o la web tiene trascendencia a nivel periodístico y afirma que hace periodismo y no de cualquier clase, pues opina, abre debates o participa de los que haya abiertos en cualquier tema. Se autodenomina un columnista gráfico y afirma: “mi estilo se ha hecho muy popular pues mientras muchos se volvieron de trazo en tableta, yo me quede con tinta y plumilla, ahora soy casi el único así y eso me hace diferente; la caricatura política aportar a la construcción de la opinión pública pues mucho la gente nos lee y nos cree mucho”. Asimismo, Argón sostiene que hay límites para la libertad de expresión y afirma: “mi libertad de expresión llega hasta donde comienzan la ética, la moral y la dignidad del otro, por lo que la autocensura debe existir, pero no le llamaría autocensura sino prudencia”.

 

Argón

Fuente: Vanguardia Liberal, 2015

 

Carlos Cortés, ex director de la Fundación para la Libertad de Prensa (Flip) y  gerente de políticas públicas de Twitter para América Latina, considera que los caricaturistas en la actualidad gozan de un privilegio interesante y amplio en términos de libertad de expresión. Afirma que siempre existen intentos de censura, de ataque pero que, en general, los caricaturistas en Colombia tienen una situación “más o menos saludable de expresión”. En cuanto a la autocensura, Cortés afirma: “¿cómo medir hasta qué punto un periodista se autocensura? ¿Hasta qué punto una persona deja de expresar sus opiniones pues es imposible de determinar? Existe la presión por el medio o el miedo a herir susceptibilidades bajo los que opera un columnista, un caricaturista y tendrá que haber de alguna manera un nivel de autocensura”.

¿Y la libertad de expresión?

 

Harold Trujillo, más conocido como Chócolo, ha publicado sus viñetas en El Mundo, El Tiempo y El Espectador. Chócolo afirma que eligió la caricatura porque el humor de las caricaturas es la mejor lectura de la realidad. Considera que la era digital y las redes sociales lo han favorecido pues reconoce que este es un país que no lee en papel y por eso “había que aprovechar la importancia de las redes sociales donde los colombianos navegamos con el placer de la lectura”.

 

Chocólo fue censurado en 2009 en el XIII Salón Regional de Artistas del Eje Cafetero en Armenia. Fue invitado como artista y recreó como mural una viñeta que hacía referencia a los falsos positivos. Los organizadores al enterarse de la visita de la Ministra de Comunicaciones a la muestra decidieron cubrir la caricatura por su “contenido político” y su insinuación de la responsabilidad de las Fuerzas Armadas. Fue una mala jugada porque en el ámbito nacional y periodístico trascendió como un atropello contra la libertad de expresión al silenciar una caricatura.

Para Chócolo, ser caricaturista político en Colombia implica que el lector del común lo consideren un generador de opinión que muestre la realidad del país en imágenes. También afirma que las caricaturas orientan el pensamiento de la audiencia y deben ser respetuosas de la libertad de expresión y debe respetar la verdad por esclarecer humorísticamente la realidad histórica.

 

En ese tiempo de lo "políticamente correcto" surge el dilema sobre qué dibujar. Adriana Mosquera, más conocida como Nani, y autora de Magola, recreó la solución que les queda a los actuales dibujantes que antes buscan hacer pensar a la gente y que ahora deben dibujar lo que reclaman los lectores. Ahora que la divulgación de las caricaturas salta del medio impreso a lo virtual, donde la audiencia tiene voz y voto, se evidencia un cambio drástico a lo largo de la historia de la caricaturista en Colombia que pasó de ser medio para fiscalizar al gobierno a ser una expresión gráfica limitada por el saber qué decir, el cómo decirlo, y el cuándo decirlo.

Mural de Chócolo antes y después de la censura

Fuente: http://noticartuncolombia.blogspot.com.co/

 

Tinta y opinión

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